martes, 13 de diciembre de 2016

La familia

La familia de Mario (pintor Jesús Román Sanz)

Quería aprovechar que ha caído entre mis manos (si quisiera decir la verdad tendría que decir -ha caído en mi facebook-) este cuadro de un artista muy amigo mío que se llama Jesús Román Sanz, a quien dedico este relato descriptivo de la pintura; y también a Mario, buen amigo también, quien junto a su familia son los representados en el cuadro, aparte de ser quien encomendó el trabajo.

Estamos en los años ochenta y la Administración expendía el título de familia numerosa con el que se obtenían muchos descuentos para viajar con la renfe, matricularse en el insti, obtener una beca o en los abonos de las piscinas municipales. Para que no hubiera trampa y a falta de otros métodos más fiables de autenticidad, la cartilla lucía en su primera página una foto con todos los miembros matasellada (compulsada se decía) en tinta más o menos morada según el ímpetu del golpe de mano que propinara el funcionario.

El caso es que en España todos o casi todos éramos familias numerosas (calificación conseguida con el cuarto hijo) y, por tanto, todas las familias tenemos en casa fotos parecidas, pero no la suerte de que éstas se hayan tomado como modelo para una obra pictórica, porque las imágenes fotográficas son frías, planas, casi insulsas, pero pasadas al óleo y al lienzo cobran una inusitada vida y fuerza. Y en esta composición parece que no pasa nada y pasa mucho.

Y entro a pormenorizar los muchos detalles que advierto y las ideas que me ha despertado esta bella e interesante obra. 

Los miembros de la familia se disponen en el cuadro de una forma armoniosa y lógica. Para ensalzar el cariz paterno-maternofilial padre y madre ocupan el centro de la imagen y los hijos se diponen alrededor suyos y en diferentes planos según la edad: la niña pequeña queda en primer plano y sentada sobre el regazo del padre; el chaval mediano en el mismo segundo plano que los padres, quizás unos centímetros más atrasado; y los hermanos mayores, ya buenos mozos, atrás, en el tercer plano. Curiosamente, así dispuestos, las tres personas de la izquierda forman una escalera, pero los otros tres no; lógicamente si se hubieran enfilado también los tres de la derecha la composición habría perdido estabilidad visual; nuestro cerebro vería rara o ilógica esa simetricidad.

Madre e hija (siempre ellas...) han elegido el elegante color negro para posar y el exceso de rojo, presente en varias prendas, el pintor ha conseguido mitigarlo con los blancos y el verde de las otras vestimentas y con el suave anaranjado de la pared.  

Las personas están quietas, demasiado quietas, sin embargo la madre se inclina un poquito y sin quererlo aporta un poco de movimiento a la escena. Los cuerpos permanecen inmóviles pero no los ojos, o mejor dicho, las miradas. Lo primero que me llamó la atención del cuadro es el poder que ejercen éstas en la composición. Todos los ojos son parecidos, quizás por contener el mismo tono negro, pero no las miradas: algunas miran de frente y otras están ligeramente desviadas buscando algún otro objeto cercano, y en ellas podemos sonsacar matices que van desde la inocencia de la hija pequeña, la nostalgia de la madre, la complacencia del padre, hasta la mirada risueña, o mejor dicho, placentera de la adolescente, quizás ya moza.

Otro punto que me ha llamado la atención es el de la técnica empleada, pues el artista no ha querido dejar rastro alguno de dibujo y las formas las ha conseguido solamente con la aplicación del color. Y esto nos suena a la corriente impresionista que puso toda la carne en el asador con la aplicación de los colores: no quisieron ya representar objetos, se olvidaron de describir detalles y confiaron en arrancar las emociones con el uso del cromatismo. Por ejemplo, yo lo percibo perfectamente en las caras, todos los matices están conseguidos no con detalles descriptivos, trazos refinados o reseñando el contorno de las siluetas, si no con sucesivas capas de material hasta conseguir interesantes encarnaciones y sus sutiles sombras.

La pared está despojada de todo elemento que pudiera despistar la mirada del espectador; a pesar de la carencia de detalles vemos,sin embargo, que la materia no está extendida uniformemente y se percibe temblorosas o nerviosas pinceladas y algunos tonos azulados. Desde luego el color salmón elegido es más que apropiado porque hace de colchón cromático donde descansan las fuertes manchas rojas, verdes y negras del ropaje. La pared desnuda no ayuda en la comprensión tridimensional de la escena; tal misión corresponde a la colocación de las personas que al disponerse en tres planos se explica la perspectiva. En todo caso la pared, junto a los tenues reflejos de las caras, aportan una gran luminosidad al lienzo.

En definitiva, con esta lograda creación el pintor ha cumplido con tino y acierto el desafío de componer una obra audaz y comprometida pero respetuosa con el encargo dado de retratar fielmente a la familia.


  

3 comentarios:

  1. Todos parecen que miran al fotógrafo, excepto el padre, algo absorto. La virtud de este cuadro, a parte de su técnica pictórica, creo que reside en su capacidad para narrar una historia. Y es que el carácter de cada personaje está descrito en cada rostro, así como dices, encontramos la niña vivaz, que empieza a tejer sus deseos y que representada detrás de la madre se apoya en ella; el niño observador a la derecha, con su mechón caído en la frente, un elemento algo alborotador en la familia, imagina mil vuelos; y a la izquierda, el hermano mayor responsable, que a su vez detrás del padre, prolonga la figura y el talante paterno. En fin… así podríamos seguir contando... y es que esto es lo importante de una obra ¿no? que sea capaz de decir muchas cosas…

    Excelente relato el tuyo, a mí también me gusta escribir y leer, aunque la escritura la tenía un poco abandonada… he hecho el propósito este año de volver a retomar…no sabemos lo que perdemos cuando abandonamos lo que nos gusta.
    Begoña

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    1. Muy acertado! Parece que sí da juego un retrato familiar y/o colectivo. Las miradas siempre dicen mucho... Y saberlas analizar es una virtud.
      Jesús

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  2. Begoña, te agradezco infinitamente que hayas recrecido el texto, pensé que nadie leía esos micorrelatos.

    Con tu permiso se lo paso al pintor que va a agradecer aún más esta descripción.

    Un abrazo, compañera

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